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El Delta de l’Ebre ensaya cultivos alternativos al arroz ante el aumento de la salinidad del terreno frente al mar

Tres agricultores probarán un sistema de cría conjunta de peces, moluscos y algas que busca lograr una mayor rentabilidad y sostenibilidad en las zonas más afectadas

Catalunya impulsa el cultivo de algas como fuente sostenible de proteínas



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<p style=por Glòria Ayuso

Todo esto ahora es arroz, de la especie bomba. Está sembrado en mayo y en septiembre lo recogeremos, explica Albert Grasa, señalando su campo de cereal, que crece bajo un palmo de agua, a pocos metros de distancia del mar. Será, sin embargo, la última siembra de arroz en estos terrenos. Grasa los dedicará a una innovadora práctica: el cultivo de mugil, ostras y almejas, junto con algas de la especie ulva. Todo en tierra, y en un mismo espacio.

La de Grasa será la primera experiencia de una nueva práctica que el Institut de Recerca i Tecnologia Alimentària (IRTA) y la Generalitat están estudiando como alternativa a los actuales cultivos en unos terrenos en el Delta de l’Ebre cada vez más salinizados. Actualmente, un 10% de los campos de arroz del Delta presentan problemas de baja productividad. Los estudios científicos indican que a finales de siglo el nivel del mar subirá entre 80 y 100 centímetros.

La nueva solución contempla mantener las zonas del delta más afectadas por la salinidad cubiertas de agua, como en las épocas en los que los arrozales están inundados, pero la gran diferencia es que se trataría de agua de mar.

El plan pasa por empezar a actuar en zonas del interior más hundidas, que se encuentran por debajo del nivel del mar, y que ya presentan baja productividad. Junto con Grasa, otros dos propietarios de parcelas emplazadas en lugares distintos iniciarán el cultivo multitrófico de agua salada con el seguimiento de los científicos, que monitorizarán la evolución de cada especie y calcularán su retorno económico.

Desde sus instalaciones en la Ràpita, el IRTA lleva a cabo esta innovación de la mano del proyecto europeo BlueBoost, que reúne a expertos en cultivos multitróficos de distintos lugares del mundo. El centro ha sido reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y tiene como misión encontrar soluciones para una alimentación sostenible.

Diversificar la actividad

En esta fase experimental, los agricultores se ahorran el procedimiento de cambio de uso agrario a actividad acuícola, que se requeriría habitualmente en estas circunstancias.

La primera opción de las administraciones sigue siendo mantener el status quo, explica el director general de Política Marítima i Pesca Sostenible, Antoni Espanya, cuyo departamento es el responsable de los trámites para llevar a cabo la iniciativa. En mayo, el Govern y la Administración central acordaron coordinar sus planes e impulsar la acción para intentar reducir la afectación en el Delta del avance del mar. «Pero ya hoy hay zonas que están sufriendo y son poco productivas desde el punto de vista agrícola», por lo que considera interesante poder «diversificar la actividad en zonas concretas» por si «el escenario se complica». Contar con una demostración de que se trata de una opción económica viable «permitirá a los agricultores decidir si seguir con un cultivo con baja productividad o con otro con mayor rentabilidad», añade.

Pese a las posibles reticencias a cambiar de actividad, sobre el terreno también se opina que si la actividad demuestra tener un buen retorno económico y sigue aumentando la salinidad de los terrenos, no será difícil que surjan interesados.

La clave: el agua de riego

El portavoz técnico de la Taula de Consens del Delta, que agrupa a municipios, cooperativas y comunidades de regantes, Rafa Sanchez, valora en este sentido que se abran nuevas opciones para que los agricultores decidan qué desean hacer en sus campos.

El avance de la salinidad dependerá también, señala, de la cantidad de agua disponible para el riego. Al aumento del nivel del mar se suma la amenaza de mayor recurrencia de épocas de sequía debido al cambio climático. «Si disminuye el agua, se acentuaría la pérdida de producción debido a la reducción del lavado natural de sales», explica.

Al avance del mar y el clima se suma otra vulnerabilidad: la dependencia del arroz de las ayudas al sector y las políticas comunitarias. «Trabajamos en un mercado internacional en el que una bajada de precios puede lastrar la rentabilidad», admite Sánchez.

Aves de arrozal

«Estamos trabajando por mantener el Delta tal y como lo conocemos ahora, pero no es incompatible estudiar nuevas situaciones por si necesitamos abandonar el arroz y optar por un nuevo cultivo acuícola», conviene. Advierte, sin embargo, de que habrá que contemplar todas las repercusiones, y es que los arrozales tienen un papel ecológico esencial, ya que forman parte del ciclo biológico de aves especializadas: «Aunque los arrozales no han estado siempre en el Delta, ahora un cambio de cultivo puede atraer a otras especies, por lo que hay que valorar todas las consecuencias antes de tomar decisiones».

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